Todos queremos ser felices, no entendemos esta vida sin la felicidad. Soñamos con ella desde jóvenes, planeamos un futuro lleno de logros económicos, sociales y personales que nos llevarán a este estado ideal. La gran mayoría lo tiene claro, vamos a acabar llevando vidas felices.
La lista de “imprescindibles” para la dicha es enorme: una buena pareja, niños perfectos, un buen trabajo, una buena posición económica, gran vida social, viajes frecuentes, lujos (los que se puedan, cuantos más mejor), gente alrededor que nos quiera…
No sé vosotros, pero yo tengo la convicción que nadie lo tiene todo y sin embargo sí que hay personas felices. Lo sabemos el dinero no hace la felicidad, ni el éxito, el reconocimiento, el poder… aún así no renunciamos a una carrera eterna, una lucha continúa llena de insatisfacciones y “asuntos pendientes” que parece asegurar de antemano un rotundo fracaso. Siempre faltará algo, siempre habrá que seguir buscando.
Son muchos los libros de autoayuda, conferencias, blogs, terapias etc. Que tratan sobre el tema de la felicidad, y probablemente mucho más buenos que este post, pero a base de darle vueltas a la vida y a mi propia búsqueda de la felicidad (montones de libros leídos, investigación y difusión de temas psicológicos, técnicas de meditación y relajación, etc.), me ha acabado asaltando una duda:
¿Y si ya fuésemos felices?
Y no me refiero a una visión fatalista o conformista de la vida, (aunque a menudo pasemos por ella como meros espectadores en vez de tomar las riendas de nuestras propias emociones), me refiero a que ya somos felices con nuestras vidas aquí y ahora, sólo tenemos que darnos cuenta.
Cuando hablo con amigos observo que le damos vueltas a lo mismo una y mil veces, afrontando los problemas de la misma manera y por tanto generando los mismos pensamientos, las mismas emociones y los mismos actos. Cuando las cosas nos van bien, nos sentimos alegres y con fuerza para afrontar la vida, estamos convencidos que estamos en un “buen momento”, pero no nos consideramos felices, con lo que cuando las circunstancias se vuelven adversas volvemos a antiguos patrones de pensamiento retomando la búsqueda.
Estamos en un momento histórico en el que sabemos que alcanzar la tan añorada felicidad está en nuestras manos. No hace mucho nuestros mayores pensaban que esta vida era “un valle de lágrimas” y aceptaban una vida de sufrimiento y vicisitudes sin cuestionarse alternativa alguna.
Por otro lado, numerosos especialistas como Joe Dispenza nos están diciendo que podemos llegar a controlar nuestra mente y realidad mediante la familiarización con nuestros propios pensamientos, alterando nuestra realidad hasta llegar a un grado de satisfacción y paz interior que es lo que consideramos felicidad.
Ahora, pongamos que decidimos de forma expresa que ya somos felices, ¿qué pasaría? Para empezar dejaríamos de sentirnos mal, vacios, insatisfechos, tristes, solos, fracasados, dejaríamos de buscar y empezaríamos a mirar lo que ya tenemos.
Como este post se va alargar demasiado, he decidido dividirlo en varias partes y sería maravilloso contar con vuestras experiencias y opiniones. En próximos posts intentaré sintetizar las que yo he considerado ser las Claves para ser felices.
Dejo un pensamiento de Eduardo Punset para reflexionar sobre el concepto de felicidad
Hoy definimos la felicidad como la ausencia del miedo. Aunque también hemos aprendido que es bueno mezclar un poco las emociones negativas: tristeza, ansiedad, soledad… porque, en su justa dosis, contribuyen a que sepamos lo que nos amenaza. Hay que gestionar nuestras emociones para evitar el miedo y dejarse enseñar por la vida. Y no olvidar que cualquier tiempo pasado fue peor
Por: María Aparicio