Cuando se apagan las luces de Navidad…. ¡es tiempo de CUIDARSE!

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Las Navidades son tiempo de emociones fuertes y sentimientos encontrados. Bien porque ES un tiempo de reencuentros, risas, armonía y felicidad, bien por que hemos sufrido pérdidas que nos pesan en el alma empeñándose en no dejarnos respirar o porque ha habido momentos de estrés enfados que te hacen cuestionar si vale la pena tanto esfuerzo la Navidad no deja impasible a nadie.

La mayoría tenemos una relación de amor-odio con la Navidad.

Por eso ahora que se han apagado las luces de Navidad y nos concentramos en el año que empieza es el momento de recuperar energía, de «cargar pilas» para dejar atrás los malos momentos, las viejas cargas, encarando con alegría y fuerza los nuevos proyectos. ¿Y cómo recuperamos energía?

Encuentra aquello que más te gusta y guarda tiempo para hacerlo 

leer, pasear, quedar con amigos, una actividad artística, escuchar música… lo que sea. Es el momento de darle prioridad.

Por que no podrás seguir si no tienes energía. Por que si arrastras peso innecesario los proyectos se quedarán en proyectos, aumentando la sensación de fracaso y desesperanza.

Tienes todo un nuevo año para vivir

así que reserva espacios en tu agenda para CUIDARTE, para recargarte y para vivir. No lo dejes al azar, no esperes a tener un hueco….no lo tendrás.

 

 

Evitar el conflicto… y reencontrarlo

Evitar el confliicto

 

A nadie le gusta el conflicto, todos queremos una vida en harmonía con los que nos rodean, sin discusiones, sin altibajos, encontrando siempre ese punto de equilibrio en el que todos los involucrados se sientan satisfechos.   ¿Quién no ha deseado desaparecer cuando las cosas se ponen difíciles y volver cuando todo está de nuevo en calma?

A pesar de nuestro rechazo el conflicto forma parte de nuestras vidas. La salud de las relaciones humanas no se ve en la ausencia de conflicto, sino en las estrategias que se siguen para solucionarlo.

El conflicto, ya lo sabíamos todos, es inevitable. Todas las familias tienen conflictos, todos los amigos tienen conflictos, todos los trabajos tienen conflictos….por tanto huir de él no puede ser la solución pues no acabaremos de salir corriendo que ya habremos llegado  al objeto de nuestra huida.

Por evitarlo no desaparece se queda agazapado esperando aparecer por otro lado cuando menos lo esperamos; permanece  en esa sensación de incomodidad con nosotros mismos al no haber tenido valor para enfrentarnos, en esa seguridad de no haber solucionado nada, en esa convicción de que tarde o temprano volveremos a estar en el mismo punto (o en otro peor).

La forma de afrontar el conflicto es aceptarlo para aprender a solucionarlo. Entender que es parte de la vida, que se ha de aprender  a hablar de los problemas con tranquilidad, a ceder cuando no hay punto de encuentro para no dañar a los que amamos, o a no ceder cuando no hay punto de encuentro para no dañarnos a nosotros mismos.

Una persona sana no es aquella que no tiene nunca conflictos, que no se pelea, que no duda, que huye aislándose de los demás. Una persona sana es la que a pesar de los conflictos se cuida a sí misma y a los otros. Que no recurre a estrategias ofensivas, egoístas, desconsideradas o de abuso. Que escucha con atención y se expresa con libertad sin decir todo lo que piensa o siente, pero honesta consigo misma. Que busca, que aprende, que se pregunta qué ha ido mal en el último conflicto y lo intenta desde otro ángulo.

Sólo hay una clave para gestionar el conflicto RESPETO, RESPETO y RESPETO.

Respeto por los demás, respeto por ti mismo, respeto por otras ideas, respeto hacia ti cuando te equivocas y cuando lo intentas, respeto cuando tienes miedo y respeto cuando tienes valor. Respeto a los que no te escuchan y respeto a ti que no deseas escuchar.

Desde el respeto se puede aprender y crecer. Buscaremos nuevas maneras de enfocar los problemas, nuevos formas de ver a los otros, nuevas palabras que nos ayuden a expresar lo que pensamos y sentimos.  En el respeto encontraremos la paz y el silencio necesarios para aprender a solucionar los conflictos.

Ante un conflicto si no sabemos qué hacer hay que acudir al respeto para no herir y no ser herido y retirarnos a meditar a preguntarnos qué pasa y qué nos pasa con aquello y a seguir buscando soluciones para el conflicto.

Entender la soledad

Entender la soledad

A muchas personas les pesa un sentimiento de soledad profundo escondido en medio del pecho del que no encuentran manera de librarse. A veces se lanzan a la desesperada a hacer amigos, o buscar pareja en los que ponen expectativas altísimas (desproporcionadas), sintiéndose  traicionados, entristecidos hasta sentir un dolor físico, cuando estas personas no  cumplen con lo que esperaban de ellas. Otras veces se encierran en ellos mismos jurando no volver a confiar en nadie, no volver a amar.

Lo más curioso, es que  las consultas de los sicólogos se llenan de personas que han encontrado una pareja con la que se sienten felices, con la que tiene hijos preciosos con los que mantienen una buena relación y amigos a los que quiero les quieren…y aún así se siguen sintiendo solos. ¿Qué está pasando?

Cada vez es más aceptada entre los profesionales de la psicología  la concepción que el vínculo madre-bebé es determinante en la formación de los rasgos de personalidad que marcaran el carácter de cada uno. El bebé  en los primeros meses de vida no percibe a la madre como un ser separado de él mismo, al contrario creen que forman un solo ser esperando que todas sus necesidades sean atendidas de forma inmediata.

La relación madre-hijo es tan fuerte y exclusiva en los primeros años de vida, que es común no cubrir la inmensa necesidad de amor, atención  y compañía que tienen los niños en sus primeros años. La mayoría de las “neurosis” tienen su origen en una “maternidad” que no ha logrado acudir a la llamada de atención, cobijo, amor, alimento, olor, voz, apoyo… que tiene un bebé. Estas necesidades tienen que ser cubiertas por la madre, a poder ser con la ayuda de otras personas “maternantes” que ayudan a atender las necesidades del niño.

Esta carencia puede llevar a una sensación de soledad que se arrastrará toda la vida.

Algunas personas intentan llenar esta soledad con diferentes “adicciones”, trabajo, aficiones, comida, etc. A menudo se embarcan en una carrera vital para encontrar amigos. Intentan llenar ese vacío que existe en su vida desde fuera, olvidando el origen de este vacío, de esta soledad.

Es importante comprender que esta soledad nos pertenece a nosotros no pudiendo ser satisfecha desde el exterior,  ya que únicamente podría ser llenado por uno mismo.

Es importante mirar cara a cara al dolor que sentimos, el abandono, el miedo, la soledad, la frustración de no conseguir aquello que anhelábamos para poder  dejar atrás la búsqueda de la madre, pero no la madre actual (si se tiene la suerte de que la madre siga viva), sino aquella madre-bebé.

La soledad que sentimos es la soledad del primer abandono. El bebé o el niño pequeño no tiene recursos para afrontar el dolor tejiendo una red de estrategias que le ayudarán a evitarlo.  Pero el adulto que somos ya no necesita estas estrategias. Puede enfrentarse al dolor, a la soledad original entendiendo el origen de ella.

Desde su posición de persona amorosa, puede ampararse a sí mismo, acogerse, amarse, cuidarse, no abandonarse, guardar tiempo para él/ella mismo/a para atender sus necesidades desde el amor del adulto.

No busquemos en otras personas que satisfagan las necesidades de amor, atención, escucha, cobijo, etc. que vamos arrastrando desde la infancia, porque no es posible. Debemos ser nosotros mismos los que reconozcamos nuestro dolor, nuestra herida y nos empleemos a fondo en sanar.

Ya no somos lo que en la Gestalt se llama el niño/niña “mamón/a” que sólo busca la teta para nutrirse. Ya no somos ese niño que exige: “dame, dame, dame”… somos capaces de nutrirnos a nosotros mismos y a los que nos rodean.

Entender que nuestros padres hicieron lo que pudieron y tomar la responsabilidad de nuestra salud emocional a partir de ahora, nos corresponde a nosotros y no a un sustituto de nuestra madre.

Sólo así dejaremos de sentirnos solos y podremos enfrentar la vida disfrutando del amor que damos y nos dan.

Foto: blog Taringa

SOMOS PADRES Y MADRES, NO SUPERHÉROES NI SUPERHEROINAS

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Os presentamos una propuesta para conocernos mejor en nuestro papel de padres. El objetivo es solucionar conflictos emocionales que surgen en las dinámicas diarias  con nuestros hijos.

Contactaremos con nuestras emociones; dejaremos fluir nuestras inseguridades y nuestros miedos. Daremos espacio a las dudas que a todos nos surgen en nuestro día a día como padres; para acabar conectando con la fuerza interior que nos sostiene de forma amorosa cuando nacen nuestros hijos.

Los niños expresan las emociones de diferentes maneras. Ante su comportamiento debemos preguntarnos ¿qué es lo que mi hijo está expresando? En mi experiencia como educadora y como madre, he podido comprobar que cuando los adultos se transforman y modifican las dinámicas familiares el comportamiento de los niños también cambia.

 

Fecha: 20 de marzo de 2015 de 17.30h a 19.30h.

Coordinado por: María M. Aparicio Romero.

Lugar: Centre Civic Casa Sagnier. c/ Brusi, 51-61 (Jardins d’Enric Sagnier) Información: 93 414 01 95

Foto Blog. TerritorioKids

 

Abrirse a los demás

Hoy tenía que coger el tren para un trayecto corto que se me presentaba como un espacio muy deseado de soledad y de lectura. Con dos niñas pequeñas me cuesta encontrar momentos para la lectura, y la idea de poder leer sin interrupciones durante más de una hora me llenaba de alegría.

Al subir al tren un señor se levantaba del sitio al lado de la ventana que a mí me gusta, ¿se podía pedir más? Pero no, únicamente había ido a preguntar algo al que tenía enfrente y volvía a sentarse a mi lado.

No había tenido tiempo de sacar el libro que ya estaba intentando entablar conversación. Confieso que me sentía molesta, le veía como un pesado que me estaba robando mi espacio, ¿acaso no tenía yo derecho a leer tranquila? Bien, no se por qué decidí escuchar, al fin y al cabo tenía esa pinta de viajero que tanto nos atrae.

Lo sorprendente es que Javier resultó ser un compañero de viaje interesante, generoso en histórias  enriquecedoras, tanto por lo que explicaba como por su historia personal. Una vez jubilado ha decidido recorrer Europa caminando. Venía de recorrer Cerdeña a pie y se dirigía a Irún donde vive. No planea el viaje, coge una pequeña mochila y se lanza a caminar buscando el camino según avanza, durmiendo donde toca y comiendo allá donde tiene hambre. Javier no tiene miedo, sabe que siempre hay alguien que te ayuda sí lo necesitas, que te acoge , con quién compartir una buena charla o un plato de comida. No entiende que los demás preparemos el viaje paso a paso meses antes de la partida y probablemente le sorprendería oír que a mí, así de entrada, no me apetecía charlar.

Javier me ha hecho pensar en lo desconectados que estamos unos de otros. Yo no vi a la persona que hay en él, lo descubrí por casualidad, por abrirme a él en nuestro breve encuentro, por compartir juntos parte de nuestro camino.

Javier es uno de esos compañeros de viaje que nos salen al encuentro y nos enseñan algo de nosotros mismos. Para aprenderlo tenemos que estar abiertos, debemos acoger a los demás dejando que entren en nuestras vidas, en nuestro corazón.

Recuperemos la capacidad de abrirnos a los demás, hagamos que los trenes, las paradas de autobús, los metros, los viajes, sean lugares de encuentro y comunicación, donde las personas hablen alegrándose de compartir parte del camino.

Abrámonos  a los demás para que puedan entrar en nuestras vidas. Únicamente así podremos encontrarnos con los Javieres del mundo que nos enseñan que el camino solo hay que empezar a andarlo, con poco equipaje y confianza en las personas.